Hacia otra economía feminista que sostenga la vida

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El pasado 23 de noviembre, en el marco de las Jornadas “Alternativas Globales al Machismo Hegemónico” organizadas por la Diputación Foral de Bizkaia, las ONG y entidades de Bizkaia que trabajamos en cooperación al desarrollo y que impulsamos unas políticas públicas para lograr una sociedad más justa, entrevistamos a María Teresa Trejo, del colectivo Las Dignas, y Amaia Pérez Orozco, del Colectivo XXK en busca de respuestas para una economía feminista que sostenga la vida.

María Teresa Trejo, es una activista y comunicadora socia y actual Directora de Las Dignas, una organización política feminista surgida en el umbral de los acuerdos de paz de El Salvador (1990). Por su parte, Amaia Pérez Orozco es doctora en Economía e integrante de la “Colectiva XXK. Feminismos, pensamiento y acción”, un proyecto colectivo de generación de ingresos que apuesta por la transformación social en clave feminista.

Cuanto más profundamente penetra en nuestras vidas el sistema neoliberal más pérdida de derechos económicos tiene la población. ¿Qué significado particular tiene esto para las mujeres?

Amaia Pérez Orozco (APO): es importante situar el neoliberalismo en un marco más amplio: el capitalismo. El neoliberalismo es el formato actual que toma el capitalismo, profundizando problemas endémicos de este el sistema: la imposibilidad de garantizar plenos derechos económicos para el conjunto de la población, dado que se sostiene sobre la desigualdad; y las dificultades especialmente graves para las mujeres en concreto, dado que se sostiene sobre la división sexual del trabajo.

Cuando afirmamos que el neoliberalismo implica una pérdida de derechos estamos enfatizando que los derechos, o son universales (para todas las personas) o no lo son; se convierten en privilegios. En ese sentido, el neoliberalismo implica la acumulación de privilegios en pocas manos (las de quienes detentan el poder corporativo), a costa del despojo generalizado.

Siguiendo esta línea de reflexión, es importante ir más allá de una afirmación general en clave de “y las mujeres, peor”. Hay profundas desigualdades entre las propias mujeres y los efectos del neoliberalismo en sus derechos son muy desiguales. Así, por ejemplo, el impacto de la imposición de megaproyectos extractivos que expulsen a comunidades rurales de sus tierras puede implicar el éxodo a las ciudades, donde muchas mujeres se integrarán en el empleo de hogar y cuidados. Con su trabajo, permitirán a otras mujeres una mejor inserción laboral, al encargarse de cubrir su “ausencia” en los hogares (dada la irresponsabilidad masculina al respecto, la falta de servicios públicos de cuidados y la exigencia de las empresas de disponer de una mano de obra no condicionada por responsabilidades de cuidados extralaborales).

Maria Teresa Trejo (MtT): como plantea Amaia, al situar al neoliberalismo - formato actual del capitalismo – se evidencia la profundización de los problemas endémicos de este sistema e imposibilitan los plenos derechos económicos para un conjunto amplio de la población, y para las mujeres racializadas y empobrecidas en particular, y para unos territorios más que otros.

Las mujeres, además de sostener la vida y garantizar los cuidados que se requiere para que el sistema económico funcione, también se han vuelto un componente fundamental de la fuerza productiva y como mano de obra barata y flexible de este modelo, que las ha colocado en primera fila para ser explotadas y reprimidas. Lo cual también ha sido acompañado con políticas y medidas que implican grandes retrocesos en derechos económicos y derechos humanos de las mujeres, y que recrudecen e incrementan las relaciones de poder, de clase, de género, de raza, etc. Agudizando la inequidad social, la pobreza y las desigualdades económicas y de género.

En el contexto salvadoreño, las ya precarizadas condiciones económicas de la mayoría de mujeres se incrementaron y evidenciaron más con el impacto de la pandemia de Covid19. Por otra parte, los colectivos y organizaciones de mujeres identificamos que además de la crisis de los cuidados, la falta de autonomía económica y la invisibilización de las mujeres como agentes económicos que las relega y las eterniza en la precariedad, también se cierran cada vez más los espacios para su participación política y ciudadana a nivel local y nacional; sumándose el debilitamiento de las instituciones y la centralización del poder en un gobierno de corte dictatorial. No son prioridad los problemas económicos, sociales y ambientales de las poblaciones vulnerables, y menos se plantean políticas públicas que aborden las desigualdades de género en el plano económico (desde hace más de 6 años en el congreso salvadoreño se encuentra en revisión y discusión una propuesta de ley sobre los cuidados, que ha sido olvidada como cualquier otra normativa que incómoda al sistema).

¿Cómo afecta la privatización de los recursos públicos a los derechos económicos de las mujeres?

APO: a lo largo de las últimas décadas, se ha visto con claridad que la privatización de recursos públicos implica un proceso de segmentación social.

Aquello que el estado deja de proveer debe sustituirse, bien a través de la compra de servicios en el mercado (por ejemplo, pagar un seguro privado de salud en ausencia de una red sanitaria pública), bien por trabajo gratuito en las casas (por ejemplo, cuidar en el hogar a una persona enferma porque no se puede costear su hospitalización). Se produce una reprivatización de la reproducción social: el acceso a aquello que necesitamos para vivir está cada vez más en manos de lo privado-mercantil (la vida se mercantiliza); y es cada vez más responsabilidad de lo privado-doméstico.

La capacidad de acceder a servicios de mercado de calidad o, por el contrario, la necesidad de resolver gratis fuera de los mercados depende por supuesto de la clase social. Pero también depende del género. En todo caso, lograr que el bienestar continúe en ausencia de servicios públicos es algo de lo que suelen responsabilizarse las mujeres en los hogares, con los recursos privadamente disponibles de que dispongan para ello: algunas, tendrán más dinero para comprar; otras muchas, deberán combinar la búsqueda de nuevas fuentes de ingresos (a menudo en el mundo de la economía informal; a través de las denominadas “estrategias de rebusque”; o a través de la migración) con el trabajo gratuito para compensar los recursos que ya no da el estado (la estrategia que podemos llamar “economía gratis”). En conjunto, las mujeres intensifican su carga global de trabajo (la que engloba el trabajo pagado y no pagado) y pierden calidad de vida. A menudo esta responsabilidad intensificada por el bienestar ajeno implica que su propio bienestar quede relegado al último lugar, por lo que a menudo hay serias consecuencias en clave de salud física y emocional y bienestar general.

MtT: con el avance de este modelo económico, queda demostrado el engranaje existente entre libre mercado, la privatización de los servicios que deberían brindar los estados y las desigualdades de género. Ha implicado un extendido proceso de privatización de servicios sociales, de educación, salud, pensiones y vivienda, etc. que hoy son proveídos por el mercado. En tal sentido, se consolida y profundiza la mercantilización de servicios asociados a derechos universales, convertidos ahora en un bien de mercado accesible para quienes puedan pagarlo. Y, cuando no pueden ser pagados, son asumidos y solventados por las mujeres que no cuentan con un trabajo remunerado, o con dobles o triples jornadas de las mujeres que cuentan con trabajo remunerado, o insertándose al mercado informal; o cargando a las niñas con las labores que solventes estos servicios que no pueden pagar.

La privatización de servicios públicos también ha afectado a las mujeres trabajadoras urbanas, por la falta de acceso a éstos; a las mujeres micro empresarias por la llegada de competencia predatoria y monopolista desde el exterior; y a las mujeres campesinas frente a la introducción de patentes sobre sus saberes y manejos de plantas y medicinas milenarias, y por el abandono total del Estado de la producción agrícola; etc.

¿Cómo afecta la crisis de cuidados a las relaciones Norte-Sur?

APO: podemos decir que la crisis de cuidados en el norte global se entrelaza con la crisis de reproducción social en el sur global para conformar lo que llamamos cadenas globales de cuidados. Por un lado, el desequilibrio entre las necesidades de cuidados y la capacidad para cubrirlos como se hacía con anterioridad (en base al trabajo gratuito de las mujeres en los hogares) abre nichos laborales en un sector, el de los cuidados, precario y mal pagado. A menudo, estos empleos son ocupados por mujeres migradas, que han dejado sus países de origen en busca de nuevas formas para afrontar la crisis de reproducción social que estaban viviendo en ellos (por ejemplo, para poder pagar la educación de sus hijxs, o poder compensar la falta de pensiones de sus padres y madres, vinculando con la pregunta anterior sobre la privatización de servicios públicos). A su vez, la partida de estas mujeres implica que sean otras quienes cubren el hueco que dejan en origen.

Estas cadenas globales de cuidados nos hablan de la responsabilidad compartida de las mujeres por garantizar el bienestar de los hogares (si una mujer sale al mercado laboral en el norte global, otra mujer la cubre; si una mujer migra, otra se encarga de los cuidados que dejó atrás). Pero también nos hablan de los recursos desiguales que tienen para enfrentarla (quien contrata a una empleada de hogar está en mejores condiciones que esa misma empleada de hogar). Y nos hablan de ausencias: la ausencia de los hombres (si el reparto de los cuidados dentro del hogar fuera más equitativo, sería mucho menos necesario recurrir a la contratación de empleo de hogar); y la ausencia de las instituciones públicas (que no ponen servicios de cuidados ni en los países de origen ni en los de destino; que promueven modos de vida más mercantilizados mediante la privatización de servicios públicos). Y nos habla de quién se lleva los beneficios: a pequeña escala, en las familias, los hombres se benefician (reciben cuidados, pero no los dan) y a escala amplia, los mercados y las empresas (disponen de una mano de obra a su servicio, en un mercado laboral cada vez más precarizado; se benefician de unas instituciones que ponen recursos públicos a su disposición, recortando las inversiones en servicios públicos, etc.).

Las cadenas globales de cuidados son una de las dimensiones más relevantes y, al mismo tiempo, más invisibles de la globalización neoliberal. Muestran cómo se impone a escala global un modelo económico donde son los procesos de mercado los que adquieren centralidad a costa de la reprivatización de la vida y, en concreto, del cuidado de la vida. Este sistema se sostiene sobre la división sexual del trabajo que, cada vez más, está marcada por la racialización y el estatus migratorio. Las cadenas globales de cuidados son muestra clara de cómo siguen activos los procesos de neocolonización.

MtT: la dinámica económica capitalista y de expansión colonial se da a través de los organismos financieros transnacionales quienes establecen las reglas a nivel regional y nacional, sobre todo para nuestros países del llamado sur global (pago de deuda, debilitamiento de los sistemas de provisión y protección social, etc.); lo cual ha conllevado al desmantelamiento de servicios públicos de salud, educación, el abandono de la producción agrícola local; etc. Y a esto se suma la privatización de servicios básicos que respaldan ciertos derechos y dan soporte al sostenimiento de la vida. Esas actividades recaen en las mujeres más empobrecidas y racializadas y las más jóvenes se ven obligadas a migrar a los países del norte global (con poblaciones envejecidas y con una alta demanda de cuidados) para asumir los trabajos del hogar y de cuidados en condiciones de precariedad y de subsistencia para ellas y sus familias que residen en los países de origen.

¿Qué medidas proponen las colectivas feministas para construir un sistema económico alternativo?

APO: las propuestas feministas son amplias y diversas. En cada territorio toman un formato concreto, porque no creemos que exista una respuesta única, una receta universalmente válida. A pesar de esta diversidad, hay elementos compartidos. Se busca un modo radicalmente distinto de sostener la vida.

Por un lado, se plantea una reorganización de las estructuras socioeconómicas que sostienen la vida. En el horizonte, está caminar hacia una economía donde el eje vertebrador no sea la acumulación de capital, sino la responsabilidad compartida en cuidar la vida. Esto significa que se apuesta por pasar de una economía de mercado capitalista a una economía con mercados no capitalistas. Este camino tiene diversas aristas: (1) El ánimo de lucro es una lógica económica con la que hay que acabar. Hay que quitar poder y recursos al poder corporativo (redistribución a través de reformas fiscales, reforma agraria, publificación de los servicios privatizados, recuperación de los bienes comunes en manos de empresas, etc.) y poner límites cada vez mayores a la voracidad de la lógica de acumulación (protección de derechos laborales, normativas que defiendan a la pequeña agricultura frente a las agroexportadoras, etc.). (2) Deben fortalecerse o crearse espacios que funcionen bajo una lógica de lo común. Estos espacios, en algunos contextos, pueden ser instituciones públicas (por ejemplo, en Euskal Herria se apuesta por una defensa férrea y crítica de lo público para abordar la crisis de cuidados, mediante la constitución de un sistema público-comunitario de cuidados), o iniciativas públicos- comunitarias (por ejemplo, las pequeñas comunidades energéticas). En otros contextos, la desconfianza hacia las instituciones es mayor y se apuesta por la comunidad autogestionada (por ejemplo, la devolución del territorio a las comunidades para poder mantener formas de vida propias ligadas a la tierra; o las fábricas recuperadas autogestionadas). Esto implica ponerlo en cuestión todo: desde la maraña de tratados de comercio e inversión y los mercados financieros globales (con los que buscamos acabar), hasta la red de pequeños emprendimientos (que queremos operen en clave de economía social transformadora y popular), pasando por convertir en derechos lo que hoy son privilegios (acceso a la vivienda, la educación, etc.).

Es fundamental que esta reorganización de las estructuras socioeconómicas pasa por acabar con la división sexual del trabajo en un doble sentido: la responsabilidad de sostener la vida debe dejar de ser una responsabilidad asumida por las mujeres en solitario para pasar a convertirse en el eje vertebrador del conjunto. Y la actual forma de valorar los trabajos debe revertirse: hoy se valoran más los trabajos que más aportan a los mercados (mayoritariamente en manos masculinas); y se valoran menos cuanto más directamente se vinculan al sostenimiento de la vida. Nuestro objetivo es que los trabajos se valoren en función de su aporte a la vida colectiva, y que se repartan equitativamente.

Por otro lado, creemos que también debemos modificar nuestra propia comprensión de qué es una vida que merece ser vivida. Tenemos una noción de bienestar que se basa en el acaparamiento: unas partes del planeta vivimos a costa de robar materia y energía a otras partes del planeta, a las que llenamos con nuestra basura; los hombres viven a costa del tiempo de vida de las mujeres, que se encargan de los trabajos gratis que ellos no hacen; equiparar felicidad individual con consume significa vivir en base al trabajo mal pagado y la explotación de quienes producen por muy poco lo que queremos comprar barato... Necesitamos un cambio radical hacia afuera, para transformar desde la raíz las estructuras del capitalismo heteropatriarcal neocolonial. Y también un cambio hacia dentro, para transformar los modos de vida cómplices que muchas y muchos tenemos.

MtT: las propuestas y estrategias feministas, en el contexto salvadoreño, tienen como eje central erradicar la división sexual del trabajo para desmantelar las estructuras socioeconómicas y analizar la organización social de los cuidados desde una perspectiva económica, ecológica, histórica y geopolítica (sur/norte) que evidencie las desigualdades y precariedades que generan e impactan en la reproducción de la vida en lo doméstico, comunitario y público.

Las Dignas, como parte de la Red de Mesoamericanas en Resistencia por una Vida Digna tenemos como punto de partida, la formación política feminista de las mujeres y los esfuerzos colectivos para generar conocimientos, saberes y prácticas que cada vez más se entretejen en toda la región mesoamericana. A partir de estos procesos se ha politizado y puesto al centro del debate el aporte invisibilizado de las mujeres, se han promovido las luchas populares por la construcción de un proyecto político emancipador de las mujeres; se ha utilizado la educación y metodología popular feminista para colectivizar el deseo por ejercer poderes vitales, etc.

Colocamos al centro la sostenibilidad de la vida y la descentralización de los mercados; por ende, apostamos por una economía no centrada en el capital, sino en la reproducción de la vida. Pero, además de ser anticapitalistas, las propuestas deben ser antirracistas y anticolonialistas; y promuevan las resistencias colectivas y comunitarias, desde donde sean dinamizadas, bajo sus propios términos y posicionamientos.

Procesos de construcción de nuevas narrativas y propuestas teóricas de los territorios de Abya Yala como herramientas hacia el rescate de prácticas productivas y agroecológicas de las mujeres campesinas, indígenas, afrodescendientes y pueblos originarios, claves para sentir y pensar el cuidado más allá del núcleo doméstico y colectivizarlo, que puedan ser una estrategia que permita cuidar, cuidarnos y cuidar nuestros territorios.

Impulsar programas de capacitación profesional y puesta en marcha de iniciativas y experiencias económicas de generación de ingresos no tradicionales de mujeres; y se vuelvan propuestas sistemáticas de resistencias anti neoliberales, anti patriarcales y decoloniales.

Sigue siendo necesario, politizar todas las dimensiones de la vida, especialmente las personales y relacionales vinculadas a la nutrición, las sexualidades, el descanso, el consumo, las espiritualidades, etc.; vincular los tiempos políticos con los tiempos de los cuerpos de las mujeres (el sueño, la vigilia, el hambre, el cansancio, la menstruación, la menopausia, los embarazos, la edad, los placeres) y con los tiempos de la naturaleza (las estaciones, el día, la noche, las fases de la luna, cambios climáticos...).

Legitimar los saberes y conocimientos de las mujeres, buscar resonancias y reconexión entre ellas; profundizar sobre la sostenibilidad, la corresponsabilidad social y de género, la interseccionalidad, la solidaridad intergeneracional y la exigibilidad que son principios y cimientos en los que fundamenta la sostenibilidad de la vida.

Ante el cierre de espacios de participación política y el debilitamiento de las políticas públicas que garantizan los derechos humanos de las mujeres y poblaciones más vulnerables, debemos fortalecer la organización de las mujeres y la conformación de redes locales, nacionales y regionales de convivencia, promoción económica, fomento de una vida libre de violencia y protección medioambiental.